18 jul 2012

Happy Rider Girl in action !!!- Wake session

por fin llegó el gran día. Poco a poco, el viernes a última hora, empezamos a dejarnos caer por el camping que nos acogería durante todo el fin de semana. Los primeros en llegar tomaron posesión de las dos cabañas de madera que refugiarían nuestras maletas y nuestros sueños. Primera toma de contacto… tomando cervezas en el bar. Presentación de las nuevas adquisiciones, reencuentro de antiguos compañeros de aventuras. Entre cerveza y cerveza empezamos a establecer lazos de camaradería aderezados con el recuerdo de antiguas batallas encima de tablas, ya fuera en mar ó en nieve. A medianoche nos reunimos todos los protagonistas de esta aventura. Aprovechamos para degustar empanada, tortilla y ensaladilla con el que se habían provisto los miembros mas experimentados, entre risas y buen humor. De repente, nos sacude un descubrimiento: ¡Tenemos un cantautor entre nosotros!! Y así entre guitarras, risas, canciones e invasiones al bingo del grupo de al lado, nos dieron las 3 de la madrugada, gran hora para caer rendidos en las camas. El sábado amaneció tranquilo, el sol brillaba en lo alto presagiando una gran jornada en el agua. Estábamos desayunando a la espera de partir hacia el embarcadero del hotel donde se encontraba la lancha cuando un sonido invade la tranquilidad reinante: llamada del monitor cuyo coche ha decidido unirse a las huelgas que últimamente invaden el país y pararse, haciendo caso omiso a las súplicas para que continúe. Haciendo gala de la organización que nos caracteriza nos dividimos rápidamente: unos van al rescate del monitor parado en lo que otros se lanzan a la aventura de descubrir cual de los caminos llevan hacia el hotel antes mencionado. Solucionados todos los contratiempos, nos juntamos en el césped del hotel alrededor del monitor, el cual empieza las clases teóricas. Caras de expectación, dudas e incredulidad sobre ser capaces de recordar todo cuando estemos encima de la tabla. Seguimos atentamente las instrucciones y, quién mas, quién menos, repite los movimientos una y otra vez, intentando frenar los nervios que empiezan a invadirnos. Una vez finalizada la teoría, empezamos a bajar las tablas y los equipos hacia la lancha donde entramos todos juntos. Uno a uno, nos ponemos el equipo y empezamos a probar el ¡wakeboard! Risas. Aplausos. Nervios. Gritos de ánimo. Unos no consiguen levantarse, otros lo hacen a la primera. Algunos no saltan, otros se convierten en expertos en el aire. Por turnos gritamos, nos desesperamos, volvemos a intentarlo una y otra vez, navegando sobre el agua y las olas encima de la tabla. Agotados pero felices, acabamos la primera ronda en lancha con la sensación generalizada de querer ir mas allá, volver pronto para darlo todo y conseguir derribar aquello que se nos resistía. Nos trasladamos a la terraza superior del hotel para atacar la paella disfrutando de las fabulosas vistas del pantano. Tras un descanso reparador, dormidos en el césped y zambulléndonos de vez en cuando en la piscina, volvemos al ataque. Y… ¡esta vez sí! Aquellos que no conseguían levantarse surcan el agua con las tablas. Aquellos que no conseguían saltar vuelan encima de las olas con un aterrizaje a veces perfecto, a veces de cabeza en el agua. Dándolo todo una y otra vez hasta caer extenuados, mientras el atardecer iba tiñendo de oscuro las aguas. Regresamos al camping reventados pero con una sonrisa permanente dibujada en la cara. Satisfechos por la experiencia y con la sensación de haber exprimido hasta el último aliento de la jornada. Camino de la ducha nos encontramos con la primera sorpresa: el sol ha descubierto rincones insospechados faltos de crema solar, dejándonos de recuerdo un tono rojizo en el mejor de los casos, tostado en la gran mayoría. Exhaustos, preparamos la barbacoa entre risas, recuerdos y bromas. Una buena cena en la que no falta el lomo ni la cerveza para intentar recuperar fuerzas. Pero el agotamiento nos invade hasta tal punto que incluso el cantautor deja abandonada la guitarra. Solo unos pocos valientes salen a disfrutar de la noche en los bares de Sacedón, despertando amablemente al resto a su llegada para que admiren el amanecer. El domingo solo unos pocos se atreven a repetir la experiencia. Las agujetas y el cansancio hacen mella en la mayoría. No obstante, la pasión por el wakeboard ha conseguido entrar en la vena de algunos que luchan contra el agotamiento para disfrutar de un último paseo surcando las olas encima de la tabla. Una comida finaliza un gran fin de semana en el cual el buen humor, las risas, la camaradería y la pasión por el wakeboard han sido los protagonistas indiscutibles. Uno a uno vamos despidiéndonos no con tristeza, sino con ese brillo en los ojos que siempre indica que, antes o después, volveremos a vernos encima de una tabla.